De Berlín a París, pasando por el futuro

Vlog del viaje

El comienzo de la aventura

“La tecnología es un tren que no solo lleva pasajeros, sino que construye las vías por delante”, dijo una vez el futurista Kevin Kelly. Y vaya si nosotros éramos pasajeros en ese tren, un grupo de creadores de contenido y periodistas tecnológicos embarcados en un viaje que nos llevaría desde Lima hasta las fronteras de la innovación en Europa. Nuestro itinerario: la IFA en Berlín y una parada mágica en París.

Pero a diferencia del tren metafórico de Kelly, nosotros no solo íbamos a ser testigos de cómo se construían las vías del futuro, sino que también tendríamos la oportunidad de poner nuestras manos en las herramientas que las estaban forjando. Toda gran historia tiene un comienzo, y la nuestra empezó en el aeropuerto Jorge Chávez de Lima, con un grupo de creadores de contenido tecnológico tan emocionados como nerviosos por lo que nos esperaba.

El vuelo: Una odisea tecnológica

El viaje comenzó con un vuelo de 11 horas desde Lima a Madrid. Once horas. Ese es el tiempo que se necesita para ver toda la trilogía extendida de El Señor de los Anillos, o en nuestro caso, para repasar todas las filtraciones y rumores sobre lo que veríamos en la IFA. Compartí el viaje con Cali de Tekibocas, Leo de Tecnología Para Mi, Diego de El Comercio y Andrés Wiesse, conocidísimo actor y embajador de la marca. También fue, por supuesto, nuestro querido amigo Eid Hirsch, PR Manager de Honor en Perú, que siempre se asegura que estos viajes sean épicos, pero seguros. Éramos como los Avengers de la tecnología peruana, cada uno con sus superpoderes particulares.

La escala madrileña: Una carrera contra el tiempo

La Terminal 4 del aeropuerto de Barajas se convirtió en nuestro campo de entrenamiento improvisado mientras corríamos de una puerta a otra. La conexión en Madrid fue tan ajustada que me sentí como Indiana Jones escapando de una bola gigante, solo que en lugar de una reliquia, perseguía la puerta de embarque. Llegamos jadeando, con el tiempo tan justo que casi podía oír el tema de “Misión Imposible” de fondo. El universo, con su sentido del humor cósmico, nos regaló unos minutos extra, como un guiño divino a nuestra determinación.

Aprovechamos esos momentos para llenarnos la panza con una rica hamburguesa, que el hambre hizo que nos pareciese la mejor del mundo.

Bienvenidos a Berlín: La capital de la innovación

Las 3 horas y 30 minutos de vuelo a Berlín pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Antes de darnos cuenta, estábamos aterrizando en la capital alemana. El cielo estaba despejado, como si hasta el clima quisiera dar la bienvenida a la tecnología del futuro.

Berlín nos recibió con los brazos abiertos y un aire cargado de expectación. La ciudad parecía vibrar con una energía especial, como si supiera que estaba a punto de convertirse en el epicentro del mundo tecnológico por unos días.

La antesala de la IFA: Anticipación tecnológica

Nuestro anfitrión, Eid Hirsch de Honor, nos recibió en el hotel -luego de desaparecerse del aeropuerto por algunos compromisos – con una sonrisa que rivalizaba con el brillo de un OLED de última generación. “Bienvenidos a Berlín”, nos dijo, “espero que estén listos para ver el futuro”. Y vaya si lo estábamos.

Esa noche, durante la cena, los amigos de Honor nos dieron un adelanto de lo que nos esperaba. “Mañana van a ver algo que cambiará el juego”, nos dijeron con un guiño. “El Honor Magic V3 no es solo un teléfono, es una declaración de intenciones”.

IFA 2024: El futuro en nuestras manos

A la mañana siguiente, nos dirigimos a Messe Berlin, el recinto ferial donde se celebra la IFA. El lugar era un hervidero de actividad, con periodistas, influencers y entusiastas de la tecnología de todo el mundo convergiendo en un solo punto, como si fuera una singularidad tecnológica.

La IFA nos recibió con su caótica sinfonía de voces, pitidos y zumbidos. Era cuarta visita a este paraíso tecnológico, y la emoción era tan fresca como la primera vez que desempaqué un smartphone nuevo. Además se celebraban 100 años de la feria, lo cual es un hito histórico.

El momento cumbre: Presentación del Honor Magic V3

Y entonces, llegamos al santo grial de nuestro peregrinaje: la keynote de Honor. Allí, como un oasis en medio del desierto tecnológico, nos esperaba el plato fuerte: el lanzamiento del Honor Magic V3.

George Zhao, CEO de Honor, subió al escenario con la confianza de un rockstar y la precisión de un cirujano. Sus palabras resonaron en el auditorio: “Estamos emocionados de presentar el Honor Magic V3 al mundo. Este dispositivo no solo es un testimonio de nuestra dedicación a la innovación, sino también de nuestro compromiso con nuestros clientes para proporcionarles la mejor experiencia posible”.

Maravillas tecnológicas: El Magic V3 y más allá

El Magic V3 no era solo un teléfono, era una obra de arte tecnológica. Con su diseño plegable, parecía desafiar las leyes de la física. Era más delgado que mis esperanzas de mantener la dieta en este viaje, con solo 4.35mm de grosor.

Pero lo que realmente me dejó boquiabierto fueron las nuevas funciones de IA. Este teléfono no solo era inteligente, era un genio en miniatura. Con su arquitectura de IA de cuatro capas, el Magic V3 aprendía y se adaptaba a las necesidades del usuario como un mayordomo digital perfectamente entrenado.

La batería de 5150 mAh con carga rápida de 66W era como tener una central eléctrica en el bolsillo. Y a pesar de toda esta potencia, el teléfono era tan ligero que tuve que revisarlo varias veces para asegurarme de que no se me había caído sin darme cuenta.

Más allá de los smartphones: La Magicbook Art 14

Pero Honor no se conformaba con revolucionar solo los teléfonos. También presentaron la Magicbook Art 14, una laptop que se volvió viral más rápido que un meme de gatos. La razón: su cámara magnética. Esta pequeña maravilla permanecía oculta en la laptop hasta que la necesitabas. Con solo presionar un botón, la cámara emergía como un periscopio tecnológico, lista para capturar tu mejor ángulo en las videollamadas.

El futuro en nuestras manos

Esa noche, mientras cenábamos en un acogedor restaurante berlinés, no podíamos dejar de hablar sobre todo lo que habíamos visto. . Leo ya estaba planeando una serie de videos comparando la cámara del Magic V3 con todas las cámaras conocidas por el hombre. Diego estaba garabateando furiosamente en su libreta, probablemente escribiendo el artículo del siglo.

Mientras saboreaba mi gigantesco pedazo de codo de cerdo, no pude evitar sentir una profunda gratitud. Gratitud por estar aquí, en Berlín, en la cuna de la innovación europea. Gratitud por ser testigo de primera mano de los avances tecnológicos que darán forma a nuestro futuro. Y sobre todo, gratitud por compartir esta experiencia con colegas que se habían convertido en amigos.

El viaje a Berlín había sido corto pero intenso, como un espresso tecnológico que nos había dejado zumbando de emoción. Pero nuestra aventura estaba lejos de terminar. Al día siguiente, nos esperaba París, la Ciudad de la Luz, donde nos aguardaba otra revolución tecnológica, esta vez en el mundo de la fotografía.

Mientras me dirigía a mi habitación de hotel esa noche, no pude evitar sonreír. La tecnología había avanzado tanto que ahora podíamos doblar teléfonos como si fueran origami electrónico y encima ocupar el mismo espacio que un teléfono ergular. ¿Qué nos depararía el futuro? No lo sabía, pero estaba seguro de una cosa: fuera lo que fuera, sería emocionante. Y yo estaría allí para contarlo, con mi Magic V3 en una mano y mi sentido del humor en la otra.

París – Donde la tecnología se encuentra con el arte

De Berlín a París: Un salto en el tiempo y el espacio

El viaje de Berlín a París fue como pasar de una sinfonía tecnológica a un vals de luces y sombras. Dejamos atrás el bullicio de la IFA y nos sumergimos en la elegancia atemporal de la Ciudad de la Luz. Nuestros Honor 200 Pro, esos fieles compañeros tecnológicos, estaban a punto de enfrentarse a su prueba de fuego en la capital del romance y el arte.

Un tour libre por la Ciudad de la Luz

Horas después de poner pie en París, nos lanzamos a un city tour libre. Era como si la ciudad nos estuviera retando: “¿Así que creen que sus teléfonos son buenos? Demuéstrenlo”. Y vaya si estábamos listos para el desafío, con nuestros Honor 200 Pro ansiosos por capturar cada rincón de la ciudad del amor.

Nuestra primera parada fue el majestuoso Panteón. Este monumento neoclásico, con su imponente cúpula y columnas corintias, fue el escenario perfecto para poner a prueba el modo de 50MP del Honor 200 Pro. Cada detalle arquitectónico, desde las intrincadas esculturas hasta las sutiles variaciones en la textura del mármol, quedó inmortalizado en nuestras pantallas con una claridad que rivalizaba con la realidad misma.

Mientras caminábamos por las calles empedradas, sentí como si estuviéramos viajando en el tiempo. Cada esquina de París parece contar una historia, y nuestros Honor 200 Pro estaban listos para capturar cada capítulo.

Nuestra siguiente parada fue la Catedral de Notre Dame. Aunque aún estaba en proceso de restauración tras el incendio de 2019, su majestuosidad seguía siendo impresionante. El Honor 200 Pro demostró ser el compañero perfecto para documentar este momento histórico. Su modo gran angular nos permitió capturar la magnitud de los trabajos de restauración, mientras que el zoom óptico nos acercó a los detalles de los andamios y las áreas en reconstrucción. Era como si estuviéramos documentando el renacimiento de un fénix de piedra y vitrales.

Y entonces, como si París quisiera recordarnos que incluso la ciudad más romántica del mundo tiene sus momentos de drama, el cielo decidió abrir sus compuertas. La lluvia comenzó a caer, no como una llovizna romántica de película, sino como un diluvio torrencial digno de Noé.

Pero, ¿qué hace un grupo de intrépidos periodistas tecnológicos cuando se enfrenta a una tormenta parisina? Buscar refugio en el lugar más lógico, por supuesto: un acogedor bar parisino a orillas del Senna. Pedimos unas cervezas y nos acomodamos para ver el espectáculo de la lluvia debajo de la seguridad de los toldos del local

Fue en ese momento, mientras veíamos las gotas de lluvia golpear contra el pavimento y escuchábamos el murmullo de las conversaciones en francés a nuestro alrededor, que me di cuenta de algo: este era uno de esos momentos perfectos que ninguna cámara, por avanzada que sea, puede capturar completamente. La sensación del frío de la cerveza contra mis labios, el olor a café y croissants que impregnaba el aire, el sonido de las risas de mis compañeros mezclándose con el repiqueteo de la lluvia… era una sinfonía sensorial que ni siquiera el Honor 200 Pro podía reproducir en su totalidad.

Cuando finalmente la lluvia amainó, salimos del bar con el espíritu renovado y listos para nuestra siguiente aventura. Las calles de París brillaban con un lustre fresco, como si la lluvia hubiera lavado la ciudad para nosotros.

Nuestro destino final era el Louvre. A medida que nos acercábamos, la pirámide de cristal emergía ante nosotros, reflejando la luz del sol que ahora se abría paso entre las nubes. Era un espectáculo digno de ser capturado, y nuestros Honor 200 Pro estaban más que a la altura de la tarea.

Pero no nos conformamos con simples fotos. Oh, no. Estábamos en París, la ciudad del arte y la moda, ¿y qué es más artístico y a la moda en estos días que un TikTok? Así que ahí estábamos, un grupo de creadores de contenido tecnológicos convertidos en improvisados influencers, bailando y haciendo lip-sync frente a una de las obras arquitectónicas más famosas del mundo.Debo admitir que coordinar una coreografía de TikTok con un grupo de influencers tecnológicos no es tarea fácil. Hubo tropiezos, risas nerviosas y más de un transeúnte confundido que se preguntaba qué demonios estábamos haciendo.

El resultado final fue un TikTok que probablemente no nos hará famosos en la plataforma, pero que sin duda será un recuerdo hilarante de nuestro tiempo en París. Y quién sabe, tal vez hayamos iniciado una nueva tendencia: el “Louvre Shuffle”.

Studio Harcourt: La meca de la fotografía

Con nuestras tarjetas de memoria repletas de recuerdos parisinos y nuestro TikTok completado, nos dirigimos al plato fuerte de nuestro viaje: el legendario Studio Harcourt. Para los no iniciados, Studio Harcourt es a la fotografía lo que el Château Lafite Rothschild es al vino: la crème de la crème. Fundado en 1934 por Cosette Harcourt, los hermanos Lacroix y Robert Ricci, este estudio ha capturado la esencia de la elegancia francesa en blanco y negro durante casi un siglo.

El encuentro con la magia Harcourt

Llegamos al estudio una mañana soleada. El edificio, un elegante edificio art déco en el corazón de París, parecía sacado de una película de los años 40. Medio esperaba ver a Humphrey Bogart salir por la puerta principal, encendiendo un cigarrillo.

Nos recibió Andrea Hernández Vega, una talentosa fotógrafa mexicana que trabaja en Studio Harcourt. Con su mirada penetrante, parecía capaz de capturar tu alma con solo mirarte. “Bienvenidos a Studio Harcourt”, nos dijo con una sonrisa que parecía guardar mil secretos. “Hoy vamos a hacer un poco de magia”.

La fusión de dos mundos: Honor y Harcourt

¿Qué hacía un grupo de 43 creadores de contenido tecnológicos y periodistas en el santuario de la fotografía clásica? La respuesta estaba en nuestros bolsillos, o más bien, en el Honor 200 Pro que llevábamos con nosotros. Honor, en un movimiento que solo puedo describir como audaz, había decidido fusionar la alta tecnología con el alto arte.

Una sesión fotográfica épica

Lo que siguió fue nada menos que una hazaña fotográfica. Andrea, con una eficiencia y creatividad asombrosas, logró fotografiar a las 43 personas de nuestra comitiva. Era como ver a un director de orquesta en acción, coordinando poses, ajustando luces y capturando la esencia de cada uno de nosotros con el Honor 200 Pro, todo con una enorme carisma y sentido del arte que me dejó impresionado.

La sesión fue un torbellino de flashes, risas nerviosas y expresiones de asombro a medida que veíamos los resultados en la pantalla del teléfono. Andrea hacía que pareciera fácil, pero todos sabíamos que estábamos siendo testigos de un trabajo excepcional.

Uno por uno, nos colocamos frente a la cámara. Algunos adoptaron poses dignas de estrellas de cine, otros parecían más bien como venados asustados por las luces de un auto. Yo, por mi parte, intenté canalizar mi Humphrey Bogart interior, aunque probablemente terminé pareciéndome más a Peter Lorre después de una noche de juerga.

La magia de la tecnología Honor

Andrea nos explicó cómo el Honor 200 Pro, con su cámara principal de retrato de 50MP y su sensor H9000 Súper Dinámico, era capaz de capturar imágenes que rivalizaban con las cámaras profesionales del estudio. “Al momento de la captura”, nos dijo, “el Honor 200 detecta el tipo de escena, la cantidad y el tipo de luz disponible, los colores, el balance de blancos y la distancia con respecto al sujeto. En seguida de esta detección, el smartphone reproduce fielmente la escena y su sujeto”.

Era fascinante ver cómo un dispositivo que cabía en la palma de la mano podía realizar tareas que antes requerían equipos enormes y complejos. El Honor 200 Pro no solo estaba capturando imágenes, estaba interpretando la escena, analizando la luz y tomando decisiones en tiempo real para producir la mejor foto posible.

El Motor de Retrato IA: La joya de la corona

Pero la verdadera magia estaba en el Motor de Retrato IA de Honor, desarrollado en colaboración con Studio Harcourt. Este sistema no solo capturaba imágenes, sino que las imbuía con el espíritu de Harcourt. Era como tener un fotógrafo de los años 40 viviendo dentro de tu teléfono, solo que en lugar de fumar Lucky Strike y beber whisky, se alimentaba de algoritmos y megapíxeles.

Ver este sistema en acción era como presenciar una especie de alquimia digital. El Honor 200 Pro no solo tomaba fotos, las creaba. Ajustaba la iluminación, suavizaba la piel, resaltaba los ojos, todo en cuestión de milisegundos. Era como si el espíritu de los grandes fotógrafos de Harcourt hubiera sido destilado y vertido en un chip de silicio.

La magia de los modos Harcourt

El Honor 200 Pro venía equipado con tres nuevos modos de retrato Harcourt: Harcourt Vibrante, Harcourt Color y Harcourt Clásico. Cada uno capturaba un aspecto diferente de la magia Harcourt.

  • El modo Harcourt Vibrante producía retratos brillantes y animados, perfectos para capturar la nergía y la vitalidad de la juventud. Era como si el teléfono hubiera decidido que todos éramos estrellas de cine en ascenso, llenos de promesas y potencial.
  • El modo Harcourt Color ofrecía un aspecto de película vintage con tonos cálidos y menor saturación, dando a las fotos un acabado texturizado y metálico que gritaba “glamour de la vieja escuela”. De repente, todos parecíamos haber salido de una película de los años 50, con ese aire de sofisticación que solo el cine clásico puede evocar.
  • Y el modo Harcourt Clásico, bueno, ese era el plato fuerte: retratos en blanco y negro que parecían sacados directamente de la edad de oro de Hollywood. Con este modo, incluso el más tímido de nosotros se transformaba en un Cary Grant o una Audrey Hepburn.

El resultado: Magia digital

Cuando finalmente vimos las fotos, nos quedamos sin palabras. Ahí estábamos, 43 periodistas tecnológicos transformados en estrellas de cine de los años 40. Las imágenes capturaban cada detalle con una precisión asombrosa. Podíamos ver cada línea de expresión, cada mechón de cabello, incluso el brillo en nuestros ojos. Pero más allá de los detalles técnicos, había algo más en esas fotos. Tenían un aura, una cualidad intangible que las hacía parecer más que simples fotografías. Eran obras de arte.

Era como si el Honor 200 Pro hubiera capturado no solo nuestros rostros, sino también nuestras esencias. Cada foto contaba una historia, revelaba una faceta de nuestra personalidad que quizás ni siquiera sabíamos que teníamos. Era, en el sentido más literal, vernos a nosotros mismos a través de un nuevo lente.

Reflexiones finales: El pasado y el futuro se encuentran

Mientras nos preparábamos para dejar Studio Harcourt, no pude evitar reflexionar sobre la experiencia. Habíamos sido testigos de algo verdaderamente único: la fusión perfecta entre la tradición y la innovación, entre el arte clásico y la tecnología de punta.

El Honor 200 Pro había demostrado que la verdadera innovación no se trata solo de añadir más megapíxeles o funciones extravagantes. Se trata de entender la esencia de lo que hace que algo sea especial y encontrar formas de preservarlo y mejorarlo con la tecnología.

Salimos del estudio con una nueva apreciación por el poder de la tecnología para preservar y reinventar el arte.

El regreso: Con el futuro en nuestros bolsillos

Mientras nos dirigíamos al aeropuerto Charles de Gaulle para nuestro vuelo de regreso, no podía dejar de pensar en todo lo que habíamos experimentado en este viaje. Desde la locura tecnológica de la IFA en Berlín hasta la elegancia atemporal de Studio Harcourt en París, pasando por nuestro improvisado tour bajo la lluvia y nuestro TikTok, habíamos sido testigos de la vanguardia de la innovación en múltiples frentes.

El Honor Magic V3 nos había mostrado cómo los límites de lo que un teléfono puede ser están siendo constantemente redefinidos. Era como tener un pedazo del futuro en nuestros bolsillos, un dispositivo que no solo se plegaba físicamente, sino que también doblaba nuestras expectativas sobre lo que la tecnología móvil podía hacer.

Y el Honor 200 Pro, bueno, ese pequeño mago digital nos había demostrado que la tecnología, cuando se aplica con sensibilidad y respeto por la tradición, puede producir resultados verdaderamente mágicos. Había capturado la esencia de París, desde los grandes monumentos hasta los pequeños momentos de camaradería bajo la lluvia, y luego nos había transformado en estrellas de cine de la época dorada de Hollywood.

Mientras me acomodaba en mi asiento para el largo vuelo de regreso a Lima, saqué el Honor 200 Pro y miré una vez más las fotos de Studio Harcourt. Ahí estábamos, inmortalizados en blanco y negro, un puente entre el pasado y el futuro. Era fascinante pensar que estas imágenes, que parecían sacadas de un álbum de fotos de los años 40, habían sido capturadas por un dispositivo que ni siquiera existía hace una década. Lo primero que haré apenas tenga algo de tiempo en Lima, será mandar a imprimir esa foto.

Pasé el dedo por la pantalla, recorriendo las fotos de nuestro viaje. Ahí estaba el bullicio de la IFA en Berlín, la majestuosidad del Panteón en París, la lluvia cayendo sobre los adoquines frente a Notre Dame, nuestras caras sonrientes en el Louvre (con la pirámide de cristal perfectamente enfocada en el fondo), y finalmente, nuestros retratos al estilo Harcourt.

Cada imagen era un testimonio no solo de los lugares que habíamos visitado y las experiencias que habíamos vivido, sino también de lo lejos que ha llegado la tecnología móvil. Estos teléfonos no eran simples dispositivos de comunicación; eran máquinas del tiempo, cápsulas de memoria, ventanas a otros mundos.

Pensé en cómo, hace apenas unos años, habríamos necesitado una maleta llena de equipos para capturar estas imágenes: cámaras DSLR, lentes intercambiables, trípodes, flashes externos. Y ahora, todo ese poder estaba condensado en un dispositivo que cabía en el bolsillo de mi camisa.

Pero más allá de la tecnología, lo que realmente me impresionó fue cómo estos dispositivos habían enriquecido nuestra experiencia de viaje. No solo nos habían permitido capturar momentos, sino que habían añadido capas de diversión y creatividad a nuestras aventuras. Desde nuestro improvisado TikTok en el Louvre hasta nuestras sesiones de fotos al estilo de las estrellas de cine, la tecnología había sido una compañera de viaje que había amplificado cada experiencia.

Y entonces, mientras el avión despegaba y París se desvanecía bajo una manta de nubes, me di cuenta de algo: el verdadero poder de la tecnología no está en los megapíxeles o en los procesadores de alta velocidad. Está en su capacidad para conectarnos, para ayudarnos a ver el mundo de nuevas maneras, para permitirnos crear y compartir experiencias que de otro modo serían imposibles.

Miré a mis compañeros de viaje, la mayoría dormidos o absortos en sus propios dispositivos. Cada uno de nosotros llevaba consigo no solo un teléfono, sino un archivo completo de memorias, un álbum de experiencias compartidas que ahora podíamos llevar con nosotros a donde fuera que fuéramos.

Sonreí para mis adentros. Si este era el futuro de la tecnología, un futuro donde los avances técnicos se utilizan para preservar y mejorar lo mejor de nuestro pasado, para enriquecer nuestras experiencias presentes y para imaginar posibilidades futuras, entonces no podía esperar para ver qué vendría después.

Porque al final del día, ¿no es eso de lo que se trata la innovación? No solo de crear cosas nuevas, sino de encontrar nuevas formas de apreciar y mejorar lo que ya tenemos. De usar la tecnología no como un fin en sí mismo, sino como un medio para amplificar nuestra humanidad, nuestras conexiones, nuestras historias.

Con esos pensamientos en mente, cerré los ojos y me dejé llevar por el sueño, con imágenes de teléfonos plegables y retratos en blanco y negro bailando en mi cabeza. El viaje había terminado, pero la aventura, estaba seguro, apenas comenzaba. Y gracias a la magia de la tecnología, siempre tendría un pedacito de París y Berlín conmigo, listo para ser revisitado con solo un toque en la pantalla.

Mientras el avión surcaba el cielo nocturno, no pude evitar sentir una mezcla de nostalgia y emoción. Nostalgia por las experiencias vividas, por los momentos compartidos, por la magia de descubrir nuevos lugares y tecnologías. Y emoción por lo que el futuro podría deparar, por las nuevas fronteras que la tecnología nos ayudaría a cruzar.

Porque si algo me había enseñado este viaje, era que la verdadera magia ocurre cuando la innovación tecnológica se encuentra con la creatividad humana. Y en ese cruce de caminos, en esa intersección entre lo digital y lo analógico, entre el pasado y el futuro, es donde nacen las historias más fascinantes.

Historias que, gracias a dispositivos como el Honor Magic V3 y el Honor 200 Pro, ahora podemos capturar, crear y compartir de maneras que antes solo podíamos soñar. Y quién sabe, tal vez la próxima gran innovación, la próxima revolución tecnológica, esté esperando justo a la vuelta de la esquina.

Mientras tanto, tengo mis recuerdos, tengo mis fotos, y tengo la certeza de que, en el mundo de la tecnología, lo único constante es el cambio. Y yo, por mi parte, estoy listo para la próxima aventura.

Secuencia de fotos tomadas con el Honor Magic V3 encima de la torre Eiffel